Estuvimos dándole vueltas este curso, en uno de los seminarios, a preguntas como ¿por qué ser veraz? y otras de este tipo; sigo ahora dándole vueltas a otras parecidas: ¿qué es lo que hace valioso el conocimiento? Cuando te dedicas a la filosofía te das cuenta de que las preguntas más elementales, las que te haría cualquier persona no experta son las más difíciles de responder. De hecho es la prueba del algodón para cualquier filósof@, levantar la mano y preguntar: ¿por qué me tiene que importar... (introdúzcase aquí el término que esté usando esa persona)?
Lo que vale, lo que importa: al final responder a esta pregunta es lo que importa. En los malos momentos de la vida es la pregunta que te cierra la garganta. En las épocas de crisis, es la pregunta que los dirigentes deberían hacerse, pero que sólo los pobres ciudadanos se hacen. Y te das cuenta de que la dificultad de responder no está afuera, como si la pregunta fuese intrínsecamente complicada, de hecho es la más sencilla de responder del mundo. El problema está dentro, está en la dificultad de saber qué responder.
Algunos aprovecharían para decirnos que necesitamos "educación en valores", pero ¿qué es educación en valores?, ¿ha de educarse el valorar o ha de educarse el saber valorar? y ¿cómo se puede educar este saber?
Foucault dio una especie de receta a la que le llevo dándole vueltas desde hace tiempo: sustituir el "conócete a tí mismo", la regla jesuítica del examen de conciencia, por el "cuida de tí mismo": la idea es que saber lo que importa no es iluminar con una luz algo que estaba en el sobrado oscurecido por el tiempo y que en las malas épocas se descubre perdido, como tantas películas de Hollywood nos han mostrado. Lo que importa es algo que debe ser cuidado como se cuida todo aquello que perece sin ejercicio. Sé que me importa la gente que quiero, querría desaparecer yo antes que ella para no experimentar el insoportable dolor de la pérdida, pero más que la gente que quiero me importa más el no perder la capacidad de amar: al final es lo más difícil de cuidar. Lo mismo podría decir de otras cosas que (me) importan: la confianza, la lucidez, etc. Cuidar de uno, cuidarnos unos a otros para preservar lo que importa. Preguntas tan elementales son desgarradoras. ¿Por qué importan esas cosas tan bellas de las que se habla: "solidaridad", "bienestar",...?, ¿de verdad importan? Quizá llegue un día en que, al saludarnos, en vez de preguntar por la salud comencemos a preguntarnos: ¿cómo anda tu confianza?, ¿cómo anda tu esperanza?, ¿cómo anda tu lucidez?, ¿cómo anda tu amor?, ... Vaya, y uno responde, bueno... estos días,....
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