sábado, 30 de mayo de 2009

Del logos al mythos

En el bachillerato nos enseñaban que la filosofía había supuesto en el mundo helénico el paso del mito al logos. Yo no entendí muy bien esa transición de qué a qué, pero sospecho que era un eslógan como cuando se dice que pasamos de la edad oscura a la edad luminosa, o algo parecido. El caso es que no: el mito, como otras maneras de pensar, nos habita simultáneamente con formas deliberativas sofisticadas, complejas, abstractas.
Llego de Zaragoza de un seminario sobre epistemología, con un componente analítico muy notorio, y observo a mi llegada que nos hemos pasado tres días hablando de la Tierra Gemela, de los Cerebros en una cubeta, los mundos Matrix, el Condado de los Graneros Falsificados, ..., en fin, aunque no se crea fuera, una semana de ciencia ficción. O así. Y sospecho que en esa tensión seguimos: necesitamos mitos y logos como necesitamos, así dice Amos Oz, a veces narrar y a veces aclarar.
Se me ocurren estas divagaciones saliendo de Let the Right One In, (Déjame entrar), una hermosa e inquietante película sobre vampiros.






El mito del vampiro es típicamente romántico, como lo es el de Frankenstein. Si el de Frankenstein lo es por el miedo a la técnica, el del vampiro lo es por el miedo al amor. Esta bella película explora el núcleo del mito: el vampiro (aquí una niña-eterna niña) enamorado que necesita el permiso (déjame entrar) de su deseo. La fragilidad del vampiro



Bram Stoker y Coppola siguieron este rastro del vampiro que sigue el olor de la sangre amada. Pues el vampirismo fue el modo en el que los románticos comenzaron a repensar el mito provenzal y cristiano del amor caballeresco y lo encarnaron y llenaron de vida y sangre.



En el mito del@ vampir@ hay una inseparable mezcla de deseo, violencia y misterio. La mezcla de la que nace la vida. Ya separaremos los componentes del reciclado: los mitos narran, no es su función aclarar, para eso está el logos. Así la eterna película de Dreier Vampyr que la suerte rescató del olvido.


En unos días, a finales de mes, iniciaremos otro curso de Mito, Técnica y Pensamiento en el Círculo de Bellas Artes que organizamos David Hernández de la Fuente y yo: De Prometeo a Frankenstein. Empezamos a tenerlo cada vez más claro: no podemos pensar sólo con mitos, no podemos pensar sin mitos. No podemos imaginar un mundo sin esos borrosos deformantes espejos de nosotros mismos que son los mitos. Pensar es aclarar los mitos en los que vivimos.

Vuelta al vampiro: ahora nos inunda, como tantos otros mitos: vampiros adolescentes, lunares, vampiros de discoteca, vampiros para matar a mansalva. No importa. El vampiro es amor, sangre, sexo, misterio, noche, escalofrío. Dejaremos que el logos nos aclare. Mientras tanto, dejemos que nuestras vidas se pierdan en los mitos: dejémosles entrar. Sólo son vampiros enamorados.

2 comentarios:

  1. Hola, Fernando! Para que veas que te sigo vigilando incluso desde París... y es que oigo hablar de vampiros y no puedo estarme callado. En fin, no temas, es sólo para hacerte una recomendación. ?Alguna vez te has preguntado, qué pasaría si el mundo entero se volviese vampiro y tú fueras el único humano "normal" que quedase? ¿qué harían los vampiros, chuparse la sangre entre ellos hasta exterminarse o fundar una nueva sociedad en la que tú serías el monstruo? ¿seguiría siendo aplicable el concepto de "normalidad" o "humano" si el referente fuese el mismo que el que designa, o sea: tú solito en el mundo? Para responder a estas preguntas y muchas otras, léase "yo soy leyenda" de Richard Matheson, y sobre todo no veas la peli de William Smith, que no tiene nada que ver. Un saludo,
    Guille.

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  2. De hecho hay una especie de vampiros que lo hace. Pero no está tan lejos de la realidad. Ángel González, que en paz descanse (si no es un vampiro) escribió hace años un teologema sin desperdicio. Lo cito de memoria:
    "Tomad y comed, éste es mi cuerpo/tomad y bebed, ésta es mi sangre/y el mundo se lleno de hienas y vampiros"

    Dulces sueños (del cazador)

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