domingo, 8 de abril de 2012

Bios

Leí hace unos meses el libro del economista y teólogo de la liberación Franz Hinkelammert Hacia una economía para la vida (profesor de la Universidad Libre de Berlín que trabaja en el Grupo de Pensamiento Crítico de San José de Costa Rica). Una perspectiva del mundo desde el sur. Propone reordenar la economía centrándola en la riqueza que es la vida en el planeta. No es una propuesta ecologista al viejo estilo sino una llamada a repensar qué es lo que vale en el valor económico. Un abandono del capitalismo de casino en que se ha convertido nuestro mundo globalizado. Llevamos ya cinco años de crisis económica y todo hace pensar que estamos en uno de los tiempos en que la historia cambia muy rápidamente como en las guerras y las revoluciones. O quizá es que ya estamos en una forma enmascarada de guerra en la que ciertas bandas de depredadores recorren el planeta construyendo burbujas y arramplando con los bienes esenciales: el espacio, el petróleo, los cereales. Y luego pinchan la burbuja y van a otro lugar dejando tras de sí desolación. Convencen a muchos que todo esto es necesario, durante un tiempo se vive en la ilusión de la riqueza hasta que llega la factura. Ahora toca el sur de Europa, ayer fue África, quizá luego América del Sur o China. Las crisis son la forma de existencia del capital lo mismo que la muerte es el dominio de la guerra. Durante dos siglos los estados-nación gestionaban estas crisis transfiriendo el problema a otro espacio. A veces, muchas, produciendo guerras que alimentaban la producción y disminuían la población activa. Ahora no hay estados-nación, solo conglomerados de capital, agencias  (conspiraciones las llama Julian Assange). Los estados-nación no pueden emplear los viejos instrumentos keynesianos anti-crisis simplemente porque no tienen poderes para ello. Y si lo intentan serán castigados con violencia. La economía del miedo la ha llamado Joaquín Estefanía. Es una forma de violencia sorda que no se ejerce  sobre los cuerpos, o no abiertamente sobre los cuerpos, sino sobre la imaginación, sobre la esperanza de futuro, sobre los espacios afectivos.
Hay sin embargo una dialéctica que equilibra esta huida hacia la violencia de lo abstracto y del capital de las apuestas: la resistencia de la vida. Aunque muchos se han pasado la vida (no pediré perdón por la redundancia) oponiendo biología y cultura, no hay tal oposición: la cultura es una forma de la vida. La forma que desarrolla nuestra especie. Y la crisis está generando nuevos espacios y tiempos de resistencia que parecían haber desaparecido en las últimas décadas de corrupción y cinismo. No es imposible, no lo es, que estos espacios de resistencia se conviertan en fracturas en este estado de violencia económica y desarrollen nuevos modos de existencia, de reivindicación de otra forma de economía que no es sino la gestión de la supervivencia: nuestra y de las generaciones que vendrán. Se están generando formas de cultura que son formas de vida que sale adelante como las plantas del desierto. El otro día, en el lento y apretado caminar en la manifestación del 29-M se notaban, es verdad, muchas miradas y voces que denotaban la indignación que produce el miedo, pero me sorprendió ver muchas más que miraban con la alegría de quienes están viendo más lejos. La humanidad sólo se propone cosas que ya es capaz de hacer. La economía de la vida es una de ellas.

2 comentarios:

  1. Ante tanta multinacional, habrá que esperar que nos toque la lotería, como a Robinette Broadhead, y podamos viajar a Pórtico, donde tengamos la oportunidad de hacer un viaje a algún sitio desconocido en el cual podamos descubrir una pieza de ingeniería estraterrestre muy valiosa con la cual solucionemos nuestro futuro. O sea, una lotería dentro de otra lotería. Vayan rascándose el bolsillo para comprar el billete

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  2. Me parece un error pensar en que la herramienta denominada moneda tenga algún poder más allá del intercambio; y también me lo parece pensar que la gestión de cualquier conflicto debamos buscarla fuera.
    Todas las personas somos poderosas y la solución siempre se encuentra dentro de nosotras, nunca fuera.
    El 29M estuvo arropado por energía positiva cargada de poder, el poder de todas y cada una de las personas que convivieron y compartieron juntas ese día.

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